martes, 11 de septiembre de 2012

La traición de Obama a Israel


Por Rubén Kaplan.- Cuando Barak Hussein Obama asumió el 20 de enero de 2009 como presidente de Estados Unidos, la educación musulmana en su niñez, de la que intentó desligarse sin convencer a vastos sectores, suscitó en mucha gente sospecha y recelo.
Transcurridos más de tres años, su defectuosa política exterior, que apoya a la Hermandad Musulmana y los movimientos integristas islámicos de Medio Oriente, es condescendiente con los palestinos, especialmente pusilánime con Irán y desdeñosa con Israel, confirma que esa aprensión, lejos de ser infundada, tenía asidero y era absolutamente razonable.
Aunque oficialmente EE.UU. e Israel sostienen que la relación entre ambos es óptima, “nuestra relación nunca ha sido mejor”, la realidad es que los aliados atraviesan la peor crisis en las relaciones bilaterales de los últimos 37 años, en referencia a la confrontación de 1975 entre el entonces secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, y el primer ministro israelí Isaac Rabin por las presiones de Washington para que Israel se retirara de la península del Sinaí.
El martes 19 de mayo de 2011, en Washington, el presidente norteamericano Obama, en el marco de un oprobioso discurso político sobre Medio Oriente, previo al arribo del Primer Ministro de Israel, Biniamín “Bibi” Netanyahu para reunirse con él en la Casa Blanca el viernes 22, expresó que Israel debería retirarse a las líneas anteriores a las de de la Guerra de los Seis días de 1967 -demarcaciones llamadas Auschwitz por el recordado ex Canciller israelí Abba Eban- con intercambios de tierra consensuados por las partes, como punto de partida para las negociaciones de paz con los palestinos. Lo expresado por Obama -el primer mandatario estadounidense que exigió una retirada de Israel sin las mínimas medidas de seguridad indispensables y no tener en consideración los innumerables ataques terroristas contra el Estado judío por parte de palestinos-, olvidó la garantía dada por el presidente George Bush en 2004 al ex Primer Ministro Ariel Sharon, por la cual se comprometía a no forzar a Israel a retornar a las fronteras de 1967.
En su cuestionada alocución, Obama no hizo referencia al pretendido “derecho al retorno” núcleo central de cualquier negociación, por el que bregan por igual la ANP y el Hamas, que pretenden que los expulsados en la Guerra de la Independencia de Israel en 1948, -originada cuando siete países árabes de la región atacaron al flamante Estado judío, rechazando la partición de la ONU- millones de familiares o descendientes de aquéllos, incluidos los que huyeron voluntariamente a instancias de sus dirigentes, regresen como refugiados para reducir a los judíos a una minoría en su propio país. Al respecto opinó Bret Stephens, editor de la sección Relaciones Exteriores y Director Adjunto de la página editorial de The Wall St Journal, quien dijo que Obama trató con desdén un día antes de su visita a Netanyahu y calificó al plan de paz pergeñado por el presidente Obama, entre Israel y los palestinos, como una “fórmula de guerra”. Stephens acusó a Obama, quien dijo en su discurso “es tiempo de decir la verdad”, de componer el lenguaje que sirvió como un “tejido fino de falsedades, prestidigitación retórica, omisiones y auto-contradicciones”.
Si realmente el Presidente Obama, fuera pro-Israel “él debería decirle a los palestinos que no existe ningún derecho de retorno” y debe esbozar las consecuencias específicas y duras que debe enfrentar por unirse Hamas al Gobierno.” El Presidente elucubró y desestimó las cuestiones de la situación de Jerusalén y de los refugiados, sugiriendo que la Autoridad Palestina e Israel deben discutir, después de un acuerdo sobre un Estado palestino la contradicción inherente.
A propósito de Jerusalén, se puede comprobar la mendacidad de Obama. Durante su campaña para presidente, Obama aseguró que Jerusalén seguiría siendo la “indivisible” capital de Israel. Su postura desde entonces ha cambiado de manera significativa. “Permítanme ser claro, la seguridad de Israel es sacrosanta. Esto no es negociable”.
“Los palestinos necesitan un Estado que sea contiguo y coherente y que les permita prosperar. Sin embargo, cualquier acuerdo con el pueblo palestino debe preservar la identidad de Israel como un Estado judío con fronteras seguras y reconocidas y defendibles. Jerusalén seguirá siendo la capital de Israel, y debe permanecer indivisa”. Casi lo mismo expresaba la plataforma del Partido Demócrata de 2008, que decía: “Jerusalén es y seguirá siendo la capital de Israel. Las partes han acordado que Jerusalén es una cuestión de negociaciones sobre el estatuto final. Debe seguir siendo una ciudad indivisa accesible a personas de todas las religiones”.
Según informó The Wall Street Journal, la plataforma de 70 páginas del 2012, en la sección titulada “Medio Oriente” dice que “El presidente Obama y el Partido Demócrata mantienen un compromiso inquebrantable con la seguridad de Israel, pero no dice que Jerusalén es la capital de Israel. El candidato presidencial republicano Mitt Romney criticó a los demócratas por la deliberada omisión. “Es una lástima que todo el Partido Demócrata haya abrazado la vergonzosa negativa del presidente Obama a reconocer que Jerusalén es la capital de Israel “. Romney añadió: “Cuatro años de repetidos intentos del presidente Obama de crear distancia entre Estados Unidos y nuestro aliado preciado ha llevado al Partido Demócrata a eliminar de su plataforma un reconocimiento inequívoco de una realidad simple. Como presidente, voy a restaurar nuestra relación con Israel y estar hombro con hombro con nuestro aliado”. En contraposición con la de los Demócratas, la plataforma del Partido Republicano en 2012, dice: “Apoyamos el derecho de Israel a existir como Estado judío con fronteras seguras y defendibles, y prevemos dos estados democráticos: “Israel, con Jerusalén como su capital y Palestina para que vivan en paz y seguridad”.
La mayor fisura y divergencia entre EE.UU. e Israel, históricamente coligados de forma monolítica, se produce por la disímil posición que asumen ante la amenaza que representa para el Estado judío, la República Islámica de Irán. Obama es partidario de la diplomacia y las sanciones económicas progresivas para disuadir al régimen del ayatolá Jamenei, de obtener armamento atómico. Israel convencido de la inutilidad de esa medida y por razones de estricta supervivencia, es proclive a un ataque preventivo a las instalaciones nucleares del país persa, que desde hace años anuncia impunemente su intención de borrar a Israel del mapa y repetir un nuevo Holocausto.
En concordancia con la Casa Blanca, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., General Martin Dempsey, quien en febrero de 2012 dijo que su país cree que “el régimen iraní es un actor racional y es por esa razón, creo yo, que la actual política con Irán es el camino más prudente en este momento”, declaró el Jueves 30 de agosto en Londres al diario británico The Guardian, que un ataque israelí “claramente puede retrasar, pero probablemente no destruir el programa nuclear de Irán”. Dempsey añadió refiriéndose a la posibilidad que Israel ataque las usinas nucleares de Irán: “Yo no quiero ser cómplice si ellos (Israel) optan por hacerlo”.
La opinión del militar de mayor rango norteamericano, que no puede ser improvisada y cuenta indudablemente con el aval de Obama, se agrava por el uso del término cómplice, que sugiere es un “delito” el derecho de Israel de salvaguardar su existencia.
Dempsey luego asombró a la audiencia diciendo que no conocía las intenciones nucleares de Irán. Las sanciones contra Irán están teniendo un efecto, dijo, y se les debe dar una oportunidad razonable de éxito. Mientras el general hablaba, quedaba ridículamente descolocado por la evidencia que Irán no se ha desviado ni un ápice en su carrera para desarrollar armas nucleares. La Agencia Internacional de Energía Atómica reportó un incremento de 31 por ciento en el uranio 20 enriquecido, que pasó de 145 en mayo a 189,4 kilogramos.
Es incierto saber si la tesitura de Obama, incidirá en el voto de los judíos norteamericanos, aparentemente más distantes de Israel de lo que fueron tradicionalmente y si sus contribuciones de campaña disminuirán. Las declaraciones de su oponente Mitt Romney quien dijo que “Obama lanzó a un aliado como Israel debajo del autobús” y fracasó por completo para detener las centrífugas de Irán que siguen girando, tal vez los lleve a reflexionar en el momento de los comicios que se llevarán a cabo el 6 de noviembre próximo.
Otra prueba de la animosidad de la Administración Obama con Israel, es la noticia que publicó la revista Time informando que el gobierno de Estados Unidos decidió reducir su participación en una serie de ejercicios militares que tenía previsto realizar en forma conjunta con Israel durante el próximo mes de octubre. Washington niega que el recorte se deba a la falta de confianza y aseguró a través del portavoz del Pentágono que sigue siendo el más grande ejercicio defensivo de misiles balísticos.
El fracaso absoluto de Estados Unidos en aislar a Irán, que sigue impertérrito su carrera hacia su meta nuclear y tiene misiles que podrían alcanzar Israel y los objetivos de Estados Unidos en la región, provoca la hilaridad de los persas, que lograron que Teherán sea el escenario de la Cumbre de Países no Alineados a la que asistieron vergonzosamente decenas de líderes mundiales.
Abandonado a su suerte, el gobierno de Netanyahu, traicionado y dejado a la deriva por su mejor amigo, deberá asumir la responsabilidad total y exclusiva de las consecuencias de atacar a Irán.

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