Alguien observó en cierta ocasión que la nueva moral es, sencillamente, la vieja inmoralidad. Hoy hablamos, entre otras cosas, de crisis de valores e incremento de la violencia. La respuesta que muchos dan a estas necesidades es que “hay que educar en valores”. ¿Acaso alguna vez se educó sin comunicar valores? Parece difícil que esto acontezca, porque cuando uno educa, inevitablemente comunica y enseña valores, no sólo con las palabras, sino también con acciones, actitudes y visiones de la vida. Otros dicen que vivimos un tiempo donde hay ausencia de valores. ¿Es esto posible?. Todos tenemos valores. El asesino tiene valores; el sacerdote tiene valores; el empresario y el político tienen valores. Por lo tanto no podemos decir que hay ausencia de valores. Entonces, si al educar siempre comunicamos valores y es imposible que alguien no tenga valores, ¿dónde radica el problema ?. Estoy convencido de que la raíz de este problema está en qué clase de valores estamos enseñando y practicando. ¿Hay alguna clasificación que podemos hacer de los valores? ¿Cómo podemos saber lo que está bien y lo que está mal? ¿El bien y el mal es un asunto de modas, o trasciende al tiempo? Cada vez que expresamos nuestras disconformidad con el comportamiento de otra persona, estamos apelando a cierta regla de conducta que se supone la otra persona debe conocer. De otras manera las discusiones no tendrían sentido, porque cuando uno discute está tratando de demostrar que la otra persona está equivocada. De la misma manera tampoco tendría sentido decir que un jugador de fútbol cometió determinada falta, a menos que exista previamente algún acuerdo acerca de cuáles son las reglas del fútbol. Esta ley de lo correcto y lo incorrecto se conoce como La Ley Natural. Sócrates la describió cuando dijo: “No se puede saber si una línea está torcida a menos que se le ponga una línea recta al lado”. Hoy día cuando nos referimos a las leyes de la naturaleza, por lo general nos referimos a la ley de la gravedad, a las leyes de la física o de la química. Sin embargo, estas no son las únicas leyes que tienen que ver con el ser humano; existe también la ley de la naturaleza humana. Algunos dicen que la idea de que existe una ley de la naturaleza o de la conducta correcta que todos conocen no tiene sentido, porque las diferentes civilizaciones y las diferentes épocas han tenido muy diferentes moralidades. Pero esto no es verdad. Ha habido diferencias entre los procedimientos morales, pero nunca hubo una diferencia total. Si ustedes comparan las enseñanzas morales de los egipcios, los babilonios, los hindúes, los chinos, los griegos y los romanos antiguos, quedarán sorprendidos por la semejanza que existe entre las enseñanzas de ellos y las nuestras. Si esto no fuera así, imagínense un país donde sus héroes fueran los asesinos y los ladrones, donde se admirara a los traidores, etc. etc. Claro que, en la práctica, esto sucede como excepción y no como regla, y menos sucede cuando las víctimas somos nosotros. Si usted no cree que existe la Ley Natural haga esta sencilla prueba. Busque a alguien que no crea que exista lo correcto y lo incorrecto. Hágale una promesa formal y luego no la cumpla. Le aseguro que enseguida echará mano de lo correcto y lo incorrecto y le dirá que lo que usted hizo es injusto. Algunos seguramente están pensando que lo que llamo Ley Natural no son ni más ni menos que nuestros instintos naturales o convenciones sociales. Ni los instintos ni las convenciones sociales son una guía para lo correcto o lo incorrecto. Una cosa es sentir el deseo de ayudar a otro, y otra cosa es sentir que estamos obligados a prestar esa ayuda. Cuando alguien está reclamando ayuda, podemos, por un lado tener el deseo de ayudar y por otro lado, no querer correr riesgos y, como consecuencia, nos decimos: “no te metas”. Al primero se le puede llamar “el instinto de rebaño” y, al segundo, “el instinto de conservación”. Pero al mismo tiempo dentro nuestro, fuera de estos dos impulsos, aparece un tercer factor que nos dice que debemos seguir el impulso de ayudar. Este tercer impulso es diferente de los otros dos. En este sentido, la ley natural nos dice la melodía que hemos de tocar; nuestros instintos son las teclas. Alguien probablemente está pensando que lo que llamamos “Ley natural” es nada más que un convencionalismo social que se nos inculca por medio de la educación. El error en esta manera de pensar radica en que estamos dando por sentado que, todo lo que hemos aprendido de nuestros padres o de nuestros maestros, debe ser una invención humana. Si bien es cierto que aprendemos muchas cosas de nuestros padres y maestros, algunas de estas cosas podrían haber sido distintas. En algunos países se les enseña a las personas que, cuando manejan, deben conservar la izquierda, y en otros, la derecha. Pero hay otro tipo de cosas que aprendemos, como las tablas de multiplicación que no son un convencionalismo social, porque las matemáticas son verdades inmutables. Es en esa categoría en la que se encuentra la “ley natural”.
El problema entonces radica en que hemos dejado de lado los “principios
absolutos” y vivimos en un mundo donde el “relativismo moral” nos domina.
Hemos llegado a un punto donde la “verdad” no existe y hoy manejamos un nuevo
concepto de tolerancia, que nos lleva a pensar que todos tenemos la “verdad”,
por lo cual, tratar de convencer a otro de que está equivocado, hoy es signo
de intolerancia. Lo que hoy vivimos son las consecuencias de esta manera de
pensar y de vivir. Es nada más ni nada menos que los resultados de una visión
“naturalista” del mundo.
Una visión naturalista nos enseña: 1. Que las causas naturales en sí son suficientes para explicar todo lo que existe. La naturaleza es la única cosa que existe, la vida surgió de una coalición al azar de átomos, que finalmente evolucionaron hasta ser la vida humana tal como la conocemos hoy. 2. Si la naturaleza es lo único que existe, no hay fuente trascendente de verdad moral, y nosotros tenemos libertad de construir una moralidad propia. Cada principio queda reducido a una preferencia personal. 3. Todas las culturas son equivalentes en el aspecto moral, y cada una refleja su propia historia y experiencia. La identidad se encuentra en la raza, en el sexo o en el grupo étnico. No es posible por ello juzgar prácticas culturales específicas como buenas o malas. 4. Pragmatismo. Esto determina que lo que funcione mejor, eso es lo correcto. Las acciones y las políticas son juzgadas sólo desde el punto de vista utilitario. Una visión teísta nos enseña: 1. Absolutos morales (La Ley Natural) Cree que hay un Dios que ha hablado y ha revelado un estándar absoluto e inmutable de lo bueno y de lo malo, que está basado en el carácter de Dios mismo. 2. Cultura No equiparan la verdad con la perspectiva limitada de un grupo. La verdad es la perspectiva de Dios. Se aprecia la diversidad cultural, pero se insiste en que es correcto juzgar prácticas culturales específicas como moralmente buenas o malas. 3. Se juzgan las acciones no por lo que funciona sino por lo que debe ser en sí, basándose en estándares objetivos. 4. Entiende que la naturaleza humana está afectada, que el mal es algo real y que no podemos crear el cielo en la tierra. Debido a ello se hace necesario restringir el desorden mediante la ley y la tradición. 5. Una perspectiva eterna. Todo lo que se hace tiene importancia eterna porque, un día, habrán de ser juzgadas todas las acciones de los hombres y allí se confirmará que lo que elegimos en esta tierra tiene consecuencias eternas. Una reflexión final: No hay manera de negar los absolutos sin valerse de un absoluto. Aún Heráclito admitió que había una ley inmutable que él llamó “Logos”, que rige el cambio perpetuo de la vida. Einstein reconocía que todas las cosas no pueden ser relativas. Postuló un espíritu absoluto al cual todo lo demás es relativo. Si todas las cosas son relativas, son relativas con respecto a algo. No es posible negar la existencia de absolutos a menos que exista alguna base inmutable sobre la cual apoyar su afirmación. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mi” Juan 14:6 Y agregó: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” Juan 8:32 La verdad, más que un concepto es una persona: Jesucristo. Cuando El viene a tu vida te transforma y, mediante su persona, planta en tu corazón los valores eternos que te harán parte de la “solución” y no parte del “problema” de nuestra sociedad y del mundo. Esto sucede cuando reconocemos que lo necesitamos, cuando reconocemos que el mal está en nosotros y buscamos, en El, Su perdón, Su paz y Su poder. La decisión es tuya. Esta es una oportunidad que El te está dando. ¿Qué harás? Rodolfo Galizia Mayo, 2006
Bibliografía:
“Cristianismo y Nada Más” C.S. Lewis “El Amor Siempre Tiene Razón” Josh McDowell “Y Ahora ... ¿Cómo Viviremos?” Dr. Charles Colson |
jueves, 27 de septiembre de 2012
¿Valores? ...Sí, pero ... ¿Cuáles?
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